miércoles, 12 de septiembre de 2012

De pura sangre. Por AGUSTÍN CUELLO



                En mi memoria me visitan recuerdos de un tiempo pasado que viví de pequeño y quisiera no olvidarlo jamás.
                Sucedió en la provincia de córdoba en un pueblo muy chico, humilde, sencillo, llamado General Cabrera donde nací y tuve mi infancia feliz, de campo. Allí conformábamos mi familia pequeña. Mi padre, un hombre trabajador, cultivaba sus tierras, criaba ganado, cosechabas grandes hectáreas de viñedos y aceitunas, bajo la firma de Augusto gil. Mi madre María Pérez, una mujer dedicada a su familia, que también colaboraba en el campo. Y yo un pequeño joven que me divertía ayudando a mis padres.
                Pero esta tranquilidad un día se terminó, porque llegaron al pueblo nuevos vecinos extranjeros, en busca de una propiedad. En realidad lo que querían eran campos, y uno de sus favoritos era Pura Sangre, el campo de mi padre.
                Recuerdo que se originaron varios enfrentamientos entre mi padre y esa gente extranjera, que cada día que pasaba lo manipulaban por las tierras, que querían comprarlo por unas pocas monedas.
                Mi padre un hombre astuto, ágil, no llegó a ningún acuerdo y tomó la decisión de no vender, y menos por unas pocas monedas. Prefería conservar sus tierras, ya que en ella estaba su historia, su vida. No era un hombre materialista no le interesaba el dinero, recuerdo una de sus frases que decía “Ningún precio puede tener mi campo”.
                Pasó un tiempo y esta gente regresa en busca de venganza y para tramar una trampa a mi padre. Prendieron fuego su camioneta, con el único fin de culparlo.
                Fue un escándalo, mi padre fue llevado a la justicia y declarado culpable del perverso episodio, por lo tanto permaneció en la cárcel y acusa de lo sucedido perdimos el campo, vendiéndolo a esa gente mafiosa, para poder sacar a mi padre de la cárcel.
                Hoy vivimos en San Rafael, Mendoza y recordando siempre en nuestra memoria aquel campo de “Pura Sangre”.

AGUSTÍN CUELLO

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