Cuando somos niños nuestros sueños son grandiosos e incontables, nada nos parece imposible. Soñábamos con ser astronautas, maestros, doctores, policías, artistas de cine y hasta trabajar en un circo. Nuestras esperanzas nos impulsaban a jugar todos los días e imaginar miles de historias y aventuras que vivíamos. Pero los años y la rutina nos fueron desgastando.
¿Qué nos pasó?
Ahora dejamos de soñar, porque creemos que será imposible, que tropezaremos y se burlaran de nosotros. Es ahí donde nos equivocamos. Si no luchamos por aquello que nuestra alma desea, jamás lograremos conseguir nada. Qué sentido tiene vivir en una aburrida rutina, para qué seguir cometiendo los mismos errores, habiendo tantos errores nuevos por cometer.
Tenemos que dejar de temerle al “qué dirán” o a tropezar, porque tal vez no llegues a conseguir aquello que soñaste, pero lo intentaste y aprendiste muchísimas cosas en el camino. Quizás, si llegues y no habrá en tu vida mejor logro que eso.
Si luchamos, podemos perder, pero sino luchamos, estamos perdidos.
¿Qué nos pasó?
Ahora dejamos de soñar, porque creemos que será imposible, que tropezaremos y se burlaran de nosotros. Es ahí donde nos equivocamos. Si no luchamos por aquello que nuestra alma desea, jamás lograremos conseguir nada. Qué sentido tiene vivir en una aburrida rutina, para qué seguir cometiendo los mismos errores, habiendo tantos errores nuevos por cometer.
Tenemos que dejar de temerle al “qué dirán” o a tropezar, porque tal vez no llegues a conseguir aquello que soñaste, pero lo intentaste y aprendiste muchísimas cosas en el camino. Quizás, si llegues y no habrá en tu vida mejor logro que eso.
Si luchamos, podemos perder, pero sino luchamos, estamos perdidos.
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