sábado, 7 de noviembre de 2009

La sagrada paternidad por Gabriel Boldrini

Cuenta una antigua leyenda, que en el Reino de los Dioses, antes del comienzo de los tiempos, las deidades se preocupaban por problemas no tan distintos a los que aquejan a los humanos de hoy en día... Según dicen, Rylan, Padre de todos los Dioses, y Tendra, Hija del Cielo, tuvieron un hijo al que llamaron Kumié que significa Señor del Destino. Antes de convertirse en un gran dios, Kumié fue criado por sus padres como cualquier hijo y cuando cumplió un año, su madre le regaló una caja donde se hallaba toda la felicidad del Universo. El joven crecía, jugaba y aprendía poco a poco cómo se administraba el don de la caja. Pasó una infancia muy feliz. Al cumplir los 12 años hizo realidad uno de sus más grandes deseos: con sus propios poderes, creó un maravilloso lugar y lo colmó de vida... Creó ríos y lagos, llanuras y montañas e hizo al Sol y a la Luna para llevar la Luz Divina hasta aquel sitio. Creó también animales y plantas para que habitaran el nuevo paraíso. En último lugar, colocó a los humanos, para que reinaran sobre todo esto, para que lo sirvieran y lo amaran... Mucho tiempo pasó, y en su decimosexto cumpleaños sucedió algo que recordaría por siempre: sus padres, viendo que la humanidad que él había creado se había descarriado y era malvada, decidieron exterminarla para que no dañara a su hijo, a quien amaban demasiado.Fue por esto que enviaron un diluvio que destruyó el mundo y acabó con la vida de todos los seres.

Kumié, enojadísimo con sus progenitores, los abandonó y se fue a vivir a su planeta, que ahora estaba desierto y desolado. Nunca entendió el llanto de sus padres y tampoco le importó demasiado. Una vez allí, tuvo que comenzar desde cero: secó las aguas del diluvio, levantó nuevamente las montañas, dio vida a nuevos animales y plantas. Pero se sentía solo en aquella tierra, sin nadie que lo comprendiera, así que creó una compañera similar a los humanos anteriores pero de mayor belleza y sabiduría. La llamó Kirié, que significa Madre de la Luz Nueva, y la amó por sobre todas las criaturas. Vivieron felices durante muchos años en este mundo renovado. Un día, ambos descubrieron con sorpresa que el vientre de Kirié comenzaba a redondearse y muy extrañados trataron de averiguar lo que ocurría. Para ello llamaron a todas las criaturas vivientes a un Concilio y les explicaron lo sucedido. Todos estallaron en gritos de júbilo. Muy contentos, le explicaron a la pareja que esperaban un hijo. Kumié lloró de felicidad al enterarse, pero había algo que entristecía sus pensamientos: sus padres jamás le habían hablado del sexo y la procreación. El día del nacimiento, toda la Tierra estaba presente, y doble fue la alegría de todos al descubrir que, por un hermoso milagro, no fue uno sino dos los hijos que dio a luz Kirié. Y los llamaron Xeos y Andariel, pues eran niño y niña. Por un momento, Kumié sintió pena y nostalgia por sus progenitores ya que entendió al fin cuán grande es el Amor que llena el corazón de un padre. Pero algo lo sacó de sus meditaciones: las aves venían a avisarle algo
terrible. En esos instantes la vida de su amada estaba en peligro...Y sucedió que aquélla fue la primera muerte después del diluvio. El joven Dios sintió un inmenso dolor en su interior, algo para lo que sus padres tampoco lo habían preparado. Y así como su creador, todas las criaturas entristecieron y muchas comenzaron a morir. El nuevo mundo de Kumié se deshacía en sus manos... Pero no todo estaba perdido. Fueron Xeos y Andariel quienes ayudaron a solucionar el problema: tomaron la caja que habían heredado de su papá, dispersaron el contenido por todo el mundo y si bien no lograron poner fin a todos los males, por lo menos sembraron la semilla de la Esperanza. Mas hubo alguien que no quedó conforme con todo esto... El propio Kumié se enfadó muchísimo con sus hijos, porque creía que el Don era sólo para aquéllos de sangre divina y la cólera del dios oscureció el Sol y la Luna, convirtió las aguas en sangre y abrió profundas grietas en la Tierra. Los pequeños hermanos, con tan sólo 8 años, decidieron enfrentarse a la ira de su padre y pedir perdón, a fin de que no siguiera destruyendo el planeta. Pero cuando lo encontraron, él estaba solo y llorando. Aquéllo los devastó y en impulso por arreglar el mal que creían haber hecho se lanzaron por todo el mundo a buscar la Felicidad para él. Y desde entonces deambulan por la Tierra buscando la Paz y la Calma porque jamás comprendieron que el llanto de Kumié no se debía a la acción de sus hijos, de la cual estaba orgulloso, sino a que por fin había entendido el obrar de sus padres y lamentaba que aquel destino, el de la falta de comprensión, les aguardara a sus pequeños, a los hijos de sus hijos y, en definitiva, a toda la Nueva Raza Humana.

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