lunes, 4 de octubre de 2010

DECIR GRACIAS…Belén Jiménez


Danna y yo éramos amigas. Tal vez no las mejores, pero lo éramos. Ella me exasperaba a veces, yo no soportaba algunas de sus actitudes, pero aún así la consideraba mi amiga. Danna no se quejaba de nada, me quería tal y como era, me soportaba aún en mis peores días y nunca le di las gracias. Se fue y jamás le agradecí cuánto significaba en mi vida.
Su última noche estuvo conmigo, consolándome de mis penas de amor, un amor que le correspondía a ella y que yo le había usurpado. Yo le había sacado al hombre que ella siempre había amado, habíamos peleado por eso, pero cuando él me lastimó y no supe a quién recurrir, ella estuvo allí a pesar de mi traición. Me brindó sus hombros y me escuchó en silencio. Pero al otro día se fue, el destino se la llevó y Dios la tuvo en sus brazos, llevándosela junto a él. Y jamás le agradecí…
Días después vi a su madre, el dolor surcaba su cara y las lágrimas habían dejado huella en su aspecto. No me dijo nada, sólo me entregó un cuaderno y se fue. Era el diario de Danna. Luego de terminar de leerlo me dí cuenta lo que había perdido. Su diario sólo hablaba del amor de su vida y de su mejor amiga: yo. Fui tan cruel y vil al robarle lo que le daba sentido a su vida. Las últimas páginas fueron las más difíciles de leer…

6 de abril de 2009

Frank ha comenzado a juntarse con nosotros en los recreos. ¡Estoy tan contenta! Tal vez así pueda fijarse en mí. Habla más con Elizabet que conmigo, pero sé que él se fijará en mi, sé que me amará así como yo lo amo. Elizabet no quiere que me haga ilusiones, que me puede lastimar. Pero yo voy a arriesgarme de todas formas, no lo sabré sino lo intento. Ella se preocupa por mí. Mi madre no confía en ella, pero yo sé que me quiere y que siempre va a estar conmigo. Siempre seremos las mejores amigas.

18 de abril de 2009

Las cosas han comenzado a estar extrañas. Frank y Elizabet se comportan de manera sospechosa. Las miradas entre ellos son de complicidad. No sé qué pensar. Podría ser que ella le haya contado lo que siento por él o que él se haya empezado a enamorar de mí y no sepa cómo decírmelo y por eso su complicidad. Porque pareciera que guardaran un gran secreto. Le conté a mamá, ella me dice que no descarte la posibilidad de que anden untos y no lo digan por miedo a que me enoje. Pero sé qué Elizabet no lo hará, no me quitará el amor de mi vida. Además él era mío, sus ojos verdes algún día sólo me mirarían a mí y sus labios sólo besarían los míos. Algún día su voz me contará una canción y Elizabet se alegrará por ello, porque sé que ella quiere lo mejor para mí…

25 de abril de 2009

¿Cómo pude cree en sus palabras? ¿Por qué creí en ella ¿ ¿Por qué tuvo que hacérmelo a mí?. Años de amistad tirados a la basura ¿Qué les hice yo a ellos? .
Quererlos fue mi pecado y su traición. Fue mi castigo. Los encontré besándose, no sabía qué hacer o decir. Las palabras se habían congelado en mi boca, incapaz de salir. Frente a mí estaba el amor de mi vida y la persona por la que daría mi vida, sin que se percataran de mi presencia. Correr fue lo único que supe hacer. Elizabet me siguió pero no logró alcanzarme. No sé qué voy hacer ahora, mi madre tenía razón y jamás la escuché. Ahora pagaré mi error. No sé si algún día podré perdonarla, pero sé que no volverá a ser mi amiga de nuevo.



10 de noviembre de 2009

Hace tiempo que no escribía, creía que ya no podía hacerlo, pero hoy lo necesito. Después de lo que pasó, nada fue igual pero esta noche, ella volvió. Elizabet llegó llorando a mi puerta, porque en el fondo sabía que yo era la única que la consolaría. Frank la traicionó, como ella lo había hecho conmigo. Él la hirió, encontrándose a escondidas con otras chicas, hasta que ella lo vio. Y por él nosotras habíamos peleado, por un mujeriego, un don Juan sin retorno. No pidió perdón, su orgullo aún era el mismo. Sin embargo sus lágrimas no encontraban consuelo así que la abracé, mostrándole que estaba con ella, que contaba conmigo. Pero ¿cómo darle palabras de aliento que ni yo creía? ¿cómo solucionar su pena? si ni siquiera podía cargar con la mía. ¿Cómo hacer para ayudarla? si mis palabras no eran las que en verdad quería decir...
Sólo quedaba escuchar, mirarla a los ojos y hacerle saber que estaba ahí, que la entendía y aunque no tuviera la solución ni el consuelo que buscaba, siempre estaría con ella. Porque tal vez no podía impedir su llanto, pero sí secar sus lágrimas y no podía detener su caída, pero sí ayudarla a levantarse.

La amistad para mí, es dar sin recibir a cambio. Ayudar aún cuando uno no puede ayudarse a sí mismo. Querer a pesar de todo, aunque el otro haya herido gravemente nuestro corazón. Valorarlo, no sólo por sus virtudes, sino también por sus defectos, que son lo que nos diferencia del resto. Estar en las buenas y en las malas, eso es la amistad. No sólo es escuchar al otro en su dolor, no sólo es brindarle un hombro para llorar, es también alegrarse ante cada logro, reírse hasta de los peores chistes y sonreír ante cada muestra de afecto.
En aquel momento, ya no interesaba lo que había pasado, su dolor era aún más fuerte qué cualquier rencor que yo pudiera sentir, ella me necesitaba y no importó que después no lo valorara, mi amistad por ella estaría siempre de todas formas...

Cuántas personas así hay a nuestro alrededor, a quienes no sabemos valorar, cuántas lágrimas hacemos derramar por simple orgullo o despreocupación, sin darnos cuenta que sin ellas, tal vez, no seríamos nada, porque han sido nuestro sostén sin que nos diéramos cuenta, sin pedirnos nada a cambio y sin exigir que se le reconociera su esfuerzo. Cuántos amigos a quienes no les dimos las gracias por estar ahí, por soportarnos y por el simple hecho de existir. Algún hermano que no le dimos las gracias por existir, porque tal vez nos molestamos con él o ella, pero qué sería de nosotros si no estuvieran. Algún papá o mamá a quien no le dimos las Gracias, por el simple y hermoso hecho de regalarnos la vida, porque sin ella nada seríamos.
Decir gracias es tan simple, pero tiene tanto significado, que tal vez comenzar a decirlo con más frecuencia no cambie al mundo, pero sí el día de alguien que lo necesite...

GRACIAS...


AUTOR: Jiménez Belén


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